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Ética e integridad en el servicio público ¿Por qué son importantes?

  • Foto del escritor: Jessica Padilla
    Jessica Padilla
  • 28 mar 2022
  • 3 Min. de lectura

Las personas servidoras públicas ostentan una doble responsabilidad que deriva de su actuación en representación, tanto del Estado como de la ciudadanía; es por ello que se les exige un comportamiento que permita confiar en la objetividad de sus decisiones y en que éstas se orientarán a la protección del interés público. Dicho proceder sólo es posible cuando se cuenta con un sistema de principios y valores que guían el actuar cotidiano, lo que permite identificar qué acciones son correctas y cuáles no.


De acuerdo con el pensamiento de un querido exprofesor, la “Ética es la rama de la filosofía encargada de estudiar la corrección de los humanos en orden al bien trascendente, para buscar realizarlo libremente a través del ejercicio de la razón práctica, orientada por la razón humana; destacando que, al determinar criterios de conducta derivados de la misma dignidad humana, la Ética implica un saber de carácter normativo”.


Desde esta perspectiva, se evidencia que la Ética está presente en la conducta y práctica diaria, dirigiendo la voluntad de las personas hacia una inclinación natural al bien, lo que, en consecuencia, da lugar a expectativas y exigencias que se expresan mediante principios, valores, normas y leyes.


Ahora bien, al hablar de Ética Pública nos referimos a la Ética aplicada y puesta en práctica en el ámbito público; es decir, la corrección de los actos realizados por las personas servidoras públicas en el ejercicio de sus funciones, orientados al interés público y al servicio a la sociedad.


En este orden de ideas, si partimos de la base de que, el fin último del Estado es contribuir al ejercicio de los derechos y desarrollo pleno de los ciudadanos, a través de las actividades que desempeñan las personas servidoras públicas, entonces la responsabilidad ética de cada uno de los integrantes del servicio público se acentúa.


Vistos estos razonamientos, conviene cuestionarnos lo siguiente:


¿cuál es el medio para que las personas servidoras públicas tengan la sensibilidad que les permita aplicar en su labor cotidiana los principios y valores, afines al comportamiento ético y orientados a la satisfacción del interés público?


La respuesta inmediata sería que, para lograr que las personas que desempeñan una función pública se comporten éticamente, primero requieren contar con una formación ética propia.


No obstante, las personas servidoras públicas, al igual que todo integrante de una organización, reflejan fuertemente los valores, hábitos y costumbres del grupo a que pertenecen; es decir, siempre están influenciados por sus vínculos organizacionales, por lo que, no pueden ser individuos autónomos, utilitarios y totalmente racionales.


Por lo anterior, considerando el impacto e influencia de las organizaciones sobre sus integrantes, la cultura de cada institución se vuelve una herramienta esencial en el proceso de sensibilización y concientización del actuar ético.


Por otro lado, en lo que respecta a la integridad, ésta se entiende como la cualidad de una persona que es recta, proba e intachable; es decir, una persona íntegra es aquella que cumple con las normas éticas, morales y de conducta.


Aunado a lo anterior, para comprender lo que implica la integridad en el ámbito público, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos propuso una noción que explica: “la Integridad Pública se refiere a la alineación consistente con, y el cumplimiento de, los valores, principios y normas éticos compartidos, para mantener y dar prioridad a los intereses públicos, por encima de los intereses privados, en el sector público.”


A partir de este enfoque se observa claramente que, nos encontramos ante un concepto que contempla los elementos que caracterizan a la Ética y Ética Pública, como nuevos componentes, inherentes a la naturaleza misma y fines últimos del servicio público.


La Integridad Pública se conforma de valores, principios y normas éticas y, más allá de eso, implica su interiorización, requiere la adhesión a éstos. Por tal motivo, a pesar de que la tendencia ha sido buscar un servicio público ético, resulta trascendental plantearnos un horizonte más vasto y pensar en mecanismos que guíen a las personas servidoras públicas hacia la interiorización de la Integridad.


Entonces, damos paso a responder la pregunta inicial, ¿por qué la Ética y la Integridad son importantes en el servicio público?


Las personas servidoras públicas son las integrantes esenciales de las organizaciones gubernamentales, hacen las veces de propulsores del sector público, son quienes toman riesgos, solucionan problemas y logran los mejores resultados para los ciudadanos; y, como consecuencia, se ejercen las competencias, alcanzando los objetivos de la institución.

Por este motivo, la Ética es una pieza esencial en el desempeño del servicio público, ya que guía los actos de las personas servidoras públicas, orientándolas al interés público y al servicio a la sociedad. Sin embargo, la Integridad tiene un alcance más amplio: al implicar la interiorización y adhesión a normas éticas funge como un mecanismo de control de antivalores.



Jessica E. Padilla Ramírez

 
 
 

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